Las chimeneas de leña, son un elemento majestuoso, protagonistas de las estancias en las que se ubican, y a menudo nuestro rincón preferido para pasar las frías tardes invernales. Proporcionan un calor agradable, que hace que muchos las prefiramos al radiador convencional. Sin embargo, es un sistema que puede conllevar más peligros que este último si no mantenemos unas condiciones básicas de seguridad, muy fáciles de subsanar.
Lo primero que debemos tener en cuenta es la distancia de seguridad con respecto a la chimenea. El espacio de la misma debe ser suficiente (al menos 20 metros cuadrados), y los muebles alfombras y demás elementos de la habitación deberán estar a una distancia mínima de un metro.
Chimenea de leña de diseño Arion de Traforart
Para evitar accidentes innecesarios provocados por chispas, debemos o bien escoger una chimenea que incorpore las medidas de seguridad pertinentes, o bien colocar (bien comparado, o elaborado por nosotros mismos) un cortachispas.
En cuanto a la madera empleada, puedes echar un vistazo al artículo en el que repasamos las claves a la hora de escoger la mejor leña. En cualquier caso no deberíamos emplear desechos o madera que hayan sido tratados con un conservante, pintura u otros químicos. Estos materiales pueden causar corrosión en el calentador, en el conducto de ventilación y en las chimeneas o producir gases tóxicos. Lo mejor es evitar fuegos humeantes y utilizar sólo madera bien curada.
Tampoco debería emplearse maderas que pudieran contener clavos o materiales punzantes, que pudieran entrañar peligros en su manipulación.
Además, deberíamos contar siempre con un extintor de incendios en la estancia en la que se sitúa la chimenea, y sobre todo advertir a los niños de no jugar en los alrededores mientras permanezca encendida, o no sea supervisado por un adulto.
Y por supuesto debemos tener en consideración el mantenimiento del sistema de extracción de humos. Siempre deberá estar bien ventilada y limpia la salida de humos para evitar que éste se quede en el interior.